Victorianos amantes de la retrotecnología
Las obras de H. G. Wells o Julio Verne inspiran el movimiento Steampunk
El steampunk fue, en sus inicios, un subgénero literario nacido dentro de la ciencia ficción especulativa que surgió durante la década de 1980 a manos de escritores conocidos por sus trabajos cyberpunk.1 A día de hoy, este subgénero ha madurado hasta convertirse en un movimiento artístico y sociocultural y no tan solo literario.2 El steampunk se desenvuelve en una ambientación donde la tecnología a vapor sigue siendo la predominante y por lo general localizada en Inglaterra durante la época victoriana, donde no es extraño encontrar elementos comunes de la ciencia ficción o la fantasía.
En EE UU surgió hace dos décadas, pero su popularidad llegó hace siete años.
"La era Victoriana es la última época en la que un chaval en edad escolar podía poseer suficiente conocimiento científico como para entender los entresijos de la tecnología de su época. Un aficionado podía aún contribuir al avance tecnológico. Además, como solían ser de buena familia, inferían sus valores estéticos en todas sus creaciones", comenta el estadounidense Jake Von Slatt, cerebro detrás de Steampunk Workshop, una de los talleres de construcción de artefactos de este estilo (reconvierte móviles, ordenadores de mesa o iPods a la estética victoriana), y una de las figuras más relevantes dentro de esta subcultura que en algunos países, como EE.UU, se está convirtiendo en una forma de vida.
A medio camino entre el romanticismo, la nostalgia, la estética victoriana y la tecnología -no sólo como medio o fin, sino también como complemento estético-, el Steampunk se entiende a través de las creaciones de H. G. Wells o Julio Verne, el escapismo de Harry Houdini y la inventiva de Nikola Tesla. De alguna manera, el movimiento es un elogio de cómo era el futuro durante un pasado que ofrece modismos éticos y estéticos mucho más satisfactorios que el tiempo actual. Los seguidores se distinguen por sus ropajes victorianos y eduardianos, su hablar cortés, sus alias que parecen sacados del listado de vacantes de la cámara de los Lores y, sobre todo, por su forma activa de interactuar con este movimiento, fabricando sus propios artilugios y ropajes. Diseñadores de moda como Nicolas Ghesquière o el desaparecido Alexander McQueen han incluido guiños al Steampunk en sus colecciones, incluso PRADA ha cedido a esta nueva influencia. La formulación estética del movimiento ha lucido esplendorosa en filmes como La ciudad de los niños perdidos, Vidocq o Sherlock Holmes, de Guy Ritchie, o la serie Penny Dreadfull. El romanticismo y la épica han llegado a videojuegos como Bioshock, Dishonored, Assasins Creed y The Order, y a novelas gráficas convertidas incluso en aplicaciones para el iPhone, como la serie Steampunk tales.
"A algunos nos gustaría que continuara encaminándose hacia algo más intelectual, pues el Steampunk no tuvo tiempo de expresarse en la literatura. Fue rápidamente lanzado hacia la estética. Por suerte, con unas connotaciones de espíritu crítico a la vez que un poco utópico", comenta Lady Elizabeth, fundadora del foro y de la web que aglutina la mayor parte del Steampunk en España (steampunksp). "Es una nostalgia de un pasado idealizado. Idealizado no sólo porque el movimiento en sí es retrofuturista, una visión de algo que nunca ocurrió, sino porque la mayoría de sus creaciones, especialmente literarias, no tienen en cuenta problemas sociales importantes que ayudarían a comprender dicha época, como por ejemplo el conflicto entre clases. Como evasión está muy bien, pero no refleja un pasado auténtico", recalca Lady Elizabeth.
"Podría ser un romanticismo para el siglo XXI", dice una seguidora.
El movimiento, a diferencia de su padre, el Ciberpunk -voz apocalíptica de alerta ante un futuro dominado por la máquina-, es, en esencia, positivo y hasta algo naïf. "El Steampunk prefiere volver al pasado, a una tecnología que ahora nos parece sencilla, y crear un pasado o presente alternativo en la imaginación, plasmando los deseos de cómo quisiéramos que fuera. Podría ser un romanticismo para el siglo XXI", comenta Lady Elizabeth. Son el romance y la nostalgia los elementos dominantes en la trama de Steamed, de Kate MacAlister, libro celebrado como la punta de lanza de la literatura romántica steampunk. Su enorme éxito en EE UU podría popularizar un movimiento (ahí tiene tal vez su Crepúsculo) que, por definirse por elementos ajenos a los valores preponderantes, ha sido hasta la fecha observado con una inofensiva curiosidad.
Desde un cerebro de tinta recomendamos las siguientes lecturas, a fin de ambientarse y conocer más sobre este movimiento que, sin lugar a dudas, nos sacudirá como un Tsunami.
* Viaje al centro de la Tierra (1864), De la Tierra a la Luna (1865), Veinte mil leguas de viaje submarino (1869), La vuelta al mundo en 80 días (1873) de Julio Verne.
* Las puertas de anubis (Tim Powers)
*El mapa del tiempo (2008) de Félix J. Palma
Fuentes:
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