El destripador de Francia
Conocido como el destripador de Francia, Joseph Vacher fue un asesino en serie que conmocionó Francia en el
siglo XIX. Su apariencia atemorizaba. Su rostro desfigurado y su inseparable gorro
de piel de conejo blanco le diferenciaban. Su merecido apodo nace de su modus
operandi: mutilaba a mujeres y hombres con brutalidad extrema, ensañándose con
sus cadáveres.
Niñez y
juventud.
El destripador de Francia nació el 16 de noviembre de 1869 en
Bourg-en-Bresse, Beaufort, Francia. Hijo de una familia de granjeros devota de
Dios. Como era usual fue enviado a realizar sus estudios en una estricta
escuela católica, donde aprendió obediencia y a temer a Dios. Pronto su
perturbada mente empezó a experimentar torturando animales y golpeando a las
jóvenes campesinas con las que solía tener relaciones sexuales.
Al cumplir 19 años (1889), fue arrestado por intentar violar a un niño.
Vacher escapó, uniéndose al ejército. Su lento progreso dentro de la milicia,
seguido de un ataque depresivo lo condujo a su primer intento de suicidio, cortándose
la garganta sin éxito.
En 1893, mientras estaba en el ejército, se enamoró de una joven sirvienta
llamada Louise. Trató de cortejarla en varias ocasiones, siendo rechazado
siempre. Cuando Joseph culminó su servicio militar le propuso matrimonio, pero
la joven se burló de él. Tras el rechazo Vacher comenzó a mostrar su malvada
personalidad. Una noche la asaltó en la calle y le disparó cuatro veces. Desesperado se disparó dos veces en la cabeza.
La primera bala apenas le causó un rasguño, pero la segunda se alojó en su
cráneo, cerca de su oreja. Como consecuencia los músculos de la parte diestra
de su rostro se paralizaron, al igual que su ojo, deformándole el semblante
durante el resto de su vida. La bala permaneció en su cabeza hasta el día de su
muerte. La joven también sobrevivió, a pesar de las heridas.
Mentalmente inestable, Vacher fue ingresado a la institución mental Dole,
en Jura.
Sanatorio Dole
Vacher escapó a los pocos días del sanatorio. Fue capturado después de aparecer
el cadáver de un
joven de 17 años con múltiples puñaladas y el abdomen abierto.
Joseph se declaró culpable y lo ingresaron nuevamente en el sanatorio.
Los doctores le dieron de alta tras ser considerado completamente curado y liberado
en abril de 1894.
Tras su liberación, Vacher de 24 años, se convirtió en un vagabundo. En los
próximos cuatro años, viajaría de pueblo en pueblo por el sur de Francia,
también desde Normandía a Provenza, sobreviviendo con las limosnas que pediría
tras tocar su acordeón y como jornalero en granjas clandestinas.
Años oscuros y captura
Durante este vagabundeo descuartizó a seis mujeres
y cinco adolescentes. Vacher acechaba a sus víctimas cuando estaban solas, apuñalándolas
repetidamente con su cuchillo. Muchas de las personas que mató eran pastores
que cuidaban ovejas en el campo. Mantuvo relaciones sexuales con los cadáveres,
sin importar su sexo. Posteriormente mutilaba sus órganos sexuales. Se
transformó en un caníbal: extirpaba brutalmente las vísceras de sus víctimas,
bebía su sangre e incluso les sacaba los ojos.
La última presa del destripador de Francia fue la razón de su captura
definitiva.
El 4 de agosto de 1897, Joseph atacó a una mujer en el campo Ardèche
mientras recolectaba piñas. Ella se resistió y sus gritos de auxilio alertaron
a su esposo e hijo, los dos sometieron a Joseph y lo llevaron a la policía. Sin
embargo las autoridades tenían pocas evidencias sobre la participación de
Vacher en los brutales asesinatos, y por su ofensa lo sentenciaron a 3 meses en
prisión.
De inmediato se inició una prolongada investigación psiquiátrica, dirigida
por el eminente profesor Alexandre Lacassagne. Se diagnosticó a Joseph
legalmente cuerdo y apto para ser enjuiciado. El profesor llegó a esta
conclusión debido a que el asesino detalló con exactitud los asesinatos que
había cometido, más de treinta. En su zurrón guardaba los lazos de sus
víctimas, a modo de trofeo. Se encontró también la navaja plegable de mango de
madera con la que apuñalaba a sus víctimas.
Joseph fue juzgado por matar a un joven pastor en 1895. Se descubrió que
también había asesinado a una anciana, cinco mujeres y cinco jóvenes pastores. En
un desesperado intento para ser condenado como demente el asesino se dirigió a
la corte sin permiso con gritos que decían:
“Gloria a Jesús!, Larga vida para
Juana de Arco!” entre otras
frases de origen religioso.
Durante el juicio, Vacher sin ninguna razón aparente, escribió una carta al
juez confesando:
“Si, yo
cometí esos crímenes, los hice en momentos de ira”.
En la carta se declaraba demente tras haber sido mordido por un perro
rabioso cuando tenía 8 años, quedando su sangre envenenada.
El destripador de Francia fue sentenciado a muerte el 28 de octubre de 1898.
La multitud celebró el veredicto.
El 31 de diciembre de 1898 fue llevado a
empujones hacia el cadalso, debido a que rehusaba a avanzar. Los presentes
aplaudieron cuando la cabeza de Joseph Vacher fue cercenada por la guillotina y
rodó por el piso.
El legado del destripador
Las investigaciones posteriores a su muerte no hallaron todos los cadáveres.
En 1912 se creó una ley que fichaba a todos los vagabundos y errantes que
merodeaban en Francia. Se crearon brigadas móviles de la policía judicial, conocidas
como Brigadas del tigre, encargadas
de que el caso de Joseph Vacher no se volviera a repetir, aumentando la
seguridad en las zonas rurales.
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