martes, 24 de noviembre de 2015

Erase una vez: el destripador de Francia.


El destripador de Francia



Conocido como el destripador de Francia, Joseph Vacher fue un asesino en serie que conmocionó Francia en el siglo XIX. Su apariencia atemorizaba. Su rostro desfigurado y su inseparable gorro de piel de conejo blanco le diferenciaban. Su merecido apodo nace de su modus operandi: mutilaba a mujeres y hombres con brutalidad extrema, ensañándose con sus cadáveres.
                                                       
                                                      Niñez y juventud.
El destripador de Francia nació el 16 de noviembre de 1869 en Bourg-en-Bresse, Beaufort, Francia. Hijo de una familia de granjeros devota de Dios. Como era usual fue enviado a realizar sus estudios en una estricta escuela católica, donde aprendió obediencia y a temer a Dios. Pronto su perturbada mente empezó a experimentar torturando animales y golpeando a las jóvenes campesinas con las que solía tener relaciones sexuales.

Al cumplir 19 años (1889), fue arrestado por intentar violar a un niño. Vacher escapó, uniéndose al ejército. Su lento progreso dentro de la milicia, seguido de un ataque depresivo lo condujo a su primer intento de suicidio, cortándose la garganta sin éxito.

En 1893, mientras estaba en el ejército, se enamoró de una joven sirvienta llamada Louise. Trató de cortejarla en varias ocasiones, siendo rechazado siempre. Cuando Joseph culminó su servicio militar le propuso matrimonio, pero la joven se burló de él. Tras el rechazo Vacher comenzó a mostrar su malvada personalidad. Una noche la asaltó en la calle y le disparó cuatro veces.  Desesperado se disparó dos veces en la cabeza. La primera bala apenas le causó un rasguño, pero la segunda se alojó en su cráneo, cerca de su oreja. Como consecuencia los músculos de la parte diestra de su rostro se paralizaron, al igual que su ojo, deformándole el semblante durante el resto de su vida. La bala permaneció en su cabeza hasta el día de su muerte. La joven también sobrevivió, a pesar de las heridas.

Mentalmente inestable, Vacher fue ingresado a la institución mental Dole, en Jura.


Sanatorio Dole
Vacher escapó a los pocos días del sanatorio. Fue capturado después de aparecer el cadáver de un
joven de 17 años con múltiples puñaladas y el abdomen abierto. Joseph se declaró culpable y lo ingresaron nuevamente en el sanatorio.
Los doctores le dieron de alta tras ser considerado completamente curado y liberado en abril de 1894.

Tras su liberación, Vacher de 24 años, se convirtió en un vagabundo. En los próximos cuatro años, viajaría de pueblo en pueblo por el sur de Francia, también desde Normandía a Provenza, sobreviviendo con las limosnas que pediría tras tocar su acordeón y como jornalero en granjas clandestinas.

Años oscuros y captura
Durante este vagabundeo descuartizó a seis mujeres y cinco adolescentes. Vacher acechaba a sus víctimas cuando estaban solas, apuñalándolas repetidamente con su cuchillo. Muchas de las personas que mató eran pastores que cuidaban ovejas en el campo. Mantuvo relaciones sexuales con los cadáveres, sin importar su sexo. Posteriormente mutilaba sus órganos sexuales. Se transformó en un caníbal: extirpaba brutalmente las vísceras de sus víctimas, bebía su sangre e incluso les sacaba los ojos.

La última presa del destripador de Francia fue la razón de su captura definitiva.
El 4 de agosto de 1897, Joseph atacó a una mujer en el campo Ardèche mientras recolectaba piñas. Ella se resistió y sus gritos de auxilio alertaron a su esposo e hijo, los dos sometieron a Joseph y lo llevaron a la policía. Sin embargo las autoridades tenían pocas evidencias sobre la participación de Vacher en los brutales asesinatos, y por su ofensa lo sentenciaron a 3 meses en prisión.
De inmediato se inició una prolongada investigación psiquiátrica, dirigida por el eminente profesor Alexandre Lacassagne. Se diagnosticó a Joseph legalmente cuerdo y apto para ser enjuiciado. El profesor llegó a esta conclusión debido a que el asesino detalló con exactitud los asesinatos que había cometido, más de treinta. En su zurrón guardaba los lazos de sus víctimas, a modo de trofeo. Se encontró también la navaja plegable de mango de madera con la que apuñalaba a sus víctimas.


Joseph fue juzgado por matar a un joven pastor en 1895. Se descubrió que también había asesinado a una anciana, cinco mujeres y cinco jóvenes pastores. En un desesperado intento para ser condenado como demente el asesino se dirigió a la corte sin permiso con gritos que decían:
“Gloria a Jesús!, Larga vida para Juana de Arco!” entre otras frases de origen religioso.

Durante el juicio, Vacher sin ninguna razón aparente, escribió una carta al juez confesando:
“Si, yo cometí esos crímenes, los hice en momentos de ira”.

En la carta se declaraba demente tras haber sido mordido por un perro rabioso cuando tenía 8 años, quedando su sangre envenenada.

El destripador de Francia fue sentenciado a muerte el 28 de octubre de 1898. La multitud celebró el veredicto. 

El 31 de diciembre de 1898 fue llevado a empujones hacia el cadalso, debido a que rehusaba a avanzar. Los presentes aplaudieron cuando la cabeza de Joseph Vacher fue cercenada por la guillotina y rodó por el piso.





El legado del destripador
Las investigaciones posteriores a su muerte no hallaron todos los cadáveres.

En 1912 se creó una ley que fichaba a todos los vagabundos y errantes que merodeaban en Francia. Se crearon brigadas móviles de la policía judicial, conocidas como Brigadas del tigre, encargadas de que el caso de Joseph Vacher no se volviera a repetir, aumentando la seguridad en las zonas rurales.


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